sábado, 18 de mayo de 2013

Frascos

Esta mañana abrí los armarios de la cocina.
Me fijé en los frascos vacíos, frascos que he ido usando a lo largo del tiempo. En su momento había cosas que usé y gasté. Cosas que tuvieron su lugar, pero que ya no volvieron. Pero yo guardé los frascos.

Los saqué todos.

Había un montón. Y no sólo había un montón sino, lo más importante, dejaron un montón de espacio libre. Normal, obvio, pensé. ¿Por qué los guardaba? Al principio pensaba que un solo frasco no era mucho espacio. Y lo guardaba. Luego, que me podía ser de utilidad más adelante. Y guardaba más. Y también, que era una pena tirarlo, ya que lo tenía. Y guardaba más y más.

Pero al verlos todos juntos, me di cuenta de algunas cosas.

¿Los necesité de nuevo alguna vez? Sí, puede que usara algunos.
¿Los usaré todos alguna vez? Rotundamente, no.
Y el espacio que quitaban... ¿lo necesitaré?

Pues... la respuesta es bien clara: sí. Mientras esos frascos del pasado se acumulaban, se me comían el espacio en los armarios. No podía conseguir espacio nuevo. Y tenía que ir acomodando a duras las penas las cosas nuevas que sí necesito y sí me aportan algo. ¿Acomodando? No suena muy bien. Suena a que los viejos frascos, vacíos, tenían preferencia sobre las especias nuevas, los sobres de vinagre de arroz y los paquetes de pasta fresca.

Increíble... Algunos de esos frascos me han dado un nuevo servicio. Han contenido mermelada de fresas, de ciruela, de manzana, o salsa de tomate. Pero la mayoría están ahora amontonados en otro espacio junto con más cosas viejas e inútiles esperando su destino, probablemente, el olvido.

Mientras, veo todo el nuevo espacio libre y voy imaginando con qué lo llenaré.


Frascos

1 comentario:

  1. Como la vida misma, a veces llena de frascos viejos, vacíos, que nos quitan espacio...

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