lunes, 21 de enero de 2013

Nunca se sabe

Nunca se sabe.

Nunca.

Dices una palabra, una frase. Dos. Veinte. Minutos hablando. Pero, ¿cuál es el efecto? ¿Qué queda? No lo sabes.

Nunca.

Y por contra...
Otras veces, escuchas una sola palabra. Dicha sin pensar, al viento. Y llega lejos. Más de lo que piensas. Y más hondo.

¿Cuántas veces hemos intentado llegar a alguien, hacerle saber lo que creemos que toca decir? Decimos las palabras correctas, de la manera que nos han enseñado, o de la manera que todo el mundo estaría de acuerdo que hay que decirlo. Y sin embargo... no siempre funciona. Porque cuando somos el que escucha, no podemos evitar una sensación de vacío. Una sensación de "entiendo lo que me dices, y te lo agradezco,..." y bla bla bla. Pero sabes que son palabras huecas que aceptas porque en la misma situación, con diferentes actores, el discurso sería el mismo. El que toca.

Sin embargo, a veces, sólo a veces, el consuelo, el ánimo, la esperanza o el apoyo llegan de forma inesperada. Alguien dice sin pensar "pues por suerte, tú...", o bien "de no ser por aquello..." y entonces todo cambia. Esa frase tiene más contenido que las palabras vacías y ensayadas.

Y es que... nunca se sabe.

Nunca.

 Aguanta ahí!

2 comentarios: